El poder, nos dice Del Águila (1997, p. 23) “1) no es una cosa que uno tiene (como se tiene una espada o un tanque), el poder es el resultado de una relación en el que unos obedecen y otros mandan. No es posesión de nadie, sino resultado de esa relación. 2) Por esa razón, el poder está estrechamente vinculado no sólo ni prioritariamente con la fuerza y la violencia, sino con ideas, creencias y valores que ayudan a la obtención de obediencia y dotan de autoridad y legitimidad al que manda.” 

Entonces, el poder no es algo tangible como tu lápiz o tu mochila, sino que el poder es un ejercicio resultante de la estructura y las relaciones sociales porque son necesarios los valores y las creencias (estructura social) para que el poder sea aceptado y respaldado por los miembros de la sociedad. Por lo tanto, es necesario vivir en sociedad para ejercer poder, es decir, el poder no es un ejercicio individual sino colectivo. 

El poder es asimétrico, esto es, algunos miembros de la sociedad lo ejercen sobre otros y esto quiere decir que no todos pueden ejercerlo de la misma manera. Si todos tuviéramos la posibilidad de ejercer el mismo grado de poder, éste se anularía porque nadie impondría su voluntad a otros. Max Weber (2004, p. 43) nos dice que el “poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad.”

Max Weber distingue el poder de la dominación. Señala que “por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas” (Weber, 2004, p. 43). Es decir, mientras el poder impone, la dominación encuentra obediencia. Pero ¿cómo la encuentra si no la impone? Weber refiere que la dominación está ligada a un mandato formal o informal, esto es, a la administración del gobierno (una autoridad formal) o bien, a una asociación de personas sin contrato escrito de por medio (informal).

Los tipos de autoridad, según Weber, son los siguientes: 

“En el caso de la autoridad legal, se obedecen las ordenaciones impersonales y objetivas legalmente estatuidas y las personas por ellas designadas, en méritos éstas de la legalidad formal de sus disposiciones dentro del círculo de su competencia. En el caso de la autoridad tradicional se obedece a la persona del señor llamado por la tradición y vinculado por ella (en su ámbito) por motivos de piedad (pietas), en el círculo de lo consuetudinario. En el caso de la autoridad carismática se obedece al caudillo carismáticamente calificado por razones de confianza personal en la revelación, heroicidad o ejemplaridad, dentro del círculo en que la fe en su carisma tiene validez” (Weber, 2004, p. 172) 

La autoridad legal, por ejemplo, es el caso de los jueces. Cuando dictan una sentencia se le obedece porque tienen autoridad dada por las leyes impersonales que rigen a las sociedades. Los jueces son reconocidos en la sociedad como una autoridad facultada para imponer castigos a quien cometa un delito, su respaldo es la ley formal y escrita que debe ser promulgada y conocida por todos. Por lo tanto, el respeto a la ley conlleva al reconocimiento y obediencia a la autoridad legal. 

Retrato oficial de la Corte del Juez Víctor Bianchini. Imagen de Duane Sauro, Wikimedia commons

Por su parte, la autoridad tradicional está respaldada por la tradición y la costumbre. Este tipo de autoridad se basa en reglas no escritas (informales) que están arraigadas en las sociedades. Por ejemplo, en muchas comunidades, sobre todo antiguas, estaban gobernadas por Consejos de Ancianos, esto es, un grupo de hombres (por tradición, en algunas comunidades sólo podían gobernar hombres) ancianos considerados autoridades debido a su experiencia con los problemas de la comunidad y el respeto que generan por su comportamiento considerado el adecuado para los estándares comunitarios. A ellos les correspondía resolver, o bien, evitar los problemas mediante la imposición de restricciones y sanciones que son respetadas por los demás miembros de la comunidad dado que no obedecerlas implicaría romper tradiciones y ser objeto de castigo social (desprecio y segregación dentro de la comunidad). 

Un consejo de ancianos.  Imagen de Ludwig Deutsch. Wikimedia commons.

La autoridad carismática genera obediencia por medio de la admiración que una persona despierta en otras a partir de su carisma resultante de su actitud heróica o ejemplar. Por ejemplo, Nelson Mandela fue un líder carismático que generó obediencia en otras personas a partir de su actitud heróica en contra del racismo institucionalizado en Sudáfrica. Fue apresado varias veces debido a su activismo político y su liderazgo logró la simpatía de muchas personas fuera y dentro de Sudáfrica, e inspiró varias canciones que exigían y/o celebraban su libertad. Fue el primer mandatario afrodescendiente que encabezó el gobierno de Sudáfrica elegido por medio de elecciones libres.

Nelson Mandela. Imagen de South Africa The Good News, Wikimedia commons.

A continuación te invitamos a escuchar una canción acerca de Nelson Mandela y su libertad. 

Actividad H5P

Instrucción para el alumno: ¡Es el momento de revisar lo aprendido!