El sistema inmune está formado por órganos como: las amígdalas, el timo, el bazo, los ganglios linfáticos, médula ósea; los vasos linfáticos y el líquido denominado linfa que está contenido en los los vasos linfáticos.
Las amígdalas tienen contacto con el aire, de esta manera sirven como filtros para que las impurezas contenidas en él, no puedan pasar al interior, el timo es un órgano en el que maduran los linfocitos T y el bazo sirve para limpiar la sangre del cuerpo.
El líquido de la linfa, lleva todos los restos intersticiales, es decir, los desechos que hay de las células y del organismo. La red de vasos linfáticos recorre todo el cuerpo de manera similar al sistema sanguíneo.
En la médula ósea se encuentran las células totipotenciales indiferenciadas, que darán origen a glóbulos rojos o eritrocitos, glóbulos blancos o leucocitos y plaquetas.
Si hablamos de los componentes celulares del sistema inmune nos referimos a los leucocitos o glóbulos blancos, existen cinco tipos; dos de ellos no presentan gránulos en la superficie son los monocitos y los linfocitos que pueden ser B o T, el resto de los linfocitos sí presenta gránulos en la superficie por lo cual se les denomina granulocitos y pueden ser neutrófilos, basófilos y eosinófilos estos últimos, los eosinófilos llevan ese nombre porque se pueden teñir con el colorante llamado eosina.
Los monocitos participan en la respuesta inflamatoria, cuando hay una herida, las células cercanas pueden generar histamina que hace que aumente el flujo sanguíneo, para que los monocitos puedan salir del torrente sanguíneo y llegar al tejido cerca del sitio de la herida, es ahí cuando se convierten en macrófagos y fagocitan a las bacterias para intentar invadir el cuerpo.
Actividad H5P
Instrucción para el alumno: ¡Es el momento de revisar lo aprendido!