Los trabajos de Sigmund Freud fueron un hito en el estudio de la enfermedad mental, entre las aportaciones de su teoría destacan las que hizo sobre el desarrollo en los primeros cinco años de vida. A partir de esas propuestas otros autores se dieron a la tarea de estudiar y explicar el desarrollo del niño desde diferentes puntos de vista. Uno de ellos fue Erik Erikson quien se interesó en las crisis de identidad de los adolescentes. Probablemente porque él también se vio sumergido en una serie de crisis de identidad dado su contexto familiar, social y hasta de refugiado por la Segunda Guerra Mundial. En sus investigaciones y a partir de su formación psicoanalítica, concluyó que la búsqueda de la identidad era uno de los objetivos de las personas y que gran parte del desarrollo está fuertemente influido por el contexto social. De esta manera retoma algunas propuestas de Freud incorporando los aspectos sociales en que se desarrolla una persona durante las diferentes etapas de la vida.

Foto de Erikson institute, Wikimedia Commons

Para Erikson la teoría freudiana tenía una postura negativa hacia la sociedad, al considerarla un factor externo que restringe la expresión de las pulsiones biológicas,  él en cambio veía a la sociedad como una fuente fundamental para el desarrollo del Yo. 

Erikson planteó que la tarea principal del ser humano, a través de toda su vida, es la búsqueda de su identidad, la cual definió como una confianza de continuidad interior dirigida a cambios positivos. Erikson pensaba que Freud había subvalorado la influencia de la sociedad en el desarrollo de la personalidad, así que modificó y amplió la propuesta psicoanalítica en una psicología de la identidad, basada en la interacción de tres procesos: el biológico, el psicológico y el social, donde destaca cómo la sociedad interviene en el desarrollo del Yo. Para Erikson, el desarrollo de la personalidad es el desarrollo del Yo enmarcado en su contexto social.

Erikson explica el proceso de desarrollo por medio de ocho etapas que ocurren a lo largo de la vida. En cada etapa se presenta una crisis que el sujeto debe superar. Las crisis se presentan siempre en un orden determinado, como un momento preestablecido de maduración para el desarrollo del Yo. Conforme el sujeto va superando cada una de las crisis haciendo los ajustes que le demanda, el Yo se fortalecerá para enfrentar la siguiente etapa, pero si alguna de las crisis no es resuelta favorablemente, se genera un conflicto que obstaculiza el sano desarrollo del Yo ejerciendo un efecto negativo en el desarrollo de la identidad.

Cada una de las crisis requiere de la búsqueda de un equilibrio entre sus aspectos positivos y negativos, donde la cualidad positiva debería predominar, aunque se considera que también es necesario cierto nivel del elemento negativo. Así, al resolver la crisis el sujeto desarrollará una “virtud” la cual da fortaleza a la identidad. 

Por ejemplo, en la primera crisis, el sujeto requiere desarrollar la confianza hacia sus padres y tener la capacidad de vincularse con los otros, pero también requiere de un poco de desconfianza para ser precavido y  evitar ser lastimado. En este sentido, Erikson cree que el individuo siempre va a mejorar y a buscar la mejor forma de superar las crisis.

A continuación encontrarás un breve resumen con las características de cada una de las etapas del desarrollo psicosocial planteadas por Erik Erikson, donde se muestra la manera positiva y negativa en que puede resolverse la crisis de cada etapa y la virtud que puede desarrollarse. Haz clic en cada etapa para que puedas leer su descripción.

Confianza básica vs. desconfianza. Virtud: esperanza (del nacimiento a los 18 meses de edad)

En el primer año de vida dependemos enteramente de nuestros padres. La eficacia con que se satisfaga nuestras necesidades y las muestras de amor que manifiesten determinará nuestra personalidad de adultos, una personalidad de confianza básica o de desconfianza. En el primer caso tendremos fe en el mundo y en nosotros mismos, en el caso contrario, el niño se manifestará desconfiado de su entorno. 

Esta etapa corresponde a la fase oral propuesta por Freud.

Imagen de PublicDomainPictures, Pixabay

Autonomía vs. vergüenza y duda. Virtud: voluntad (de los 18 meses a los tres años)

Esta etapa decisiva se presenta en el segundo año de vida; de ella depende la obtención de la autonomía. El niño que haya adquirido confianza básica está preparado para ser autónomo. Para Erikson, muchas de las conductas de rebeldía de este periodo son una manifestación del desarrollo de las capacidades psicomotoras y su deseo de ejercitar esas nuevas habilidades. Es la etapa conocida como los terribles dos. Si los padres no le permiten al hijo ser independiente o si le exigen demasiado más allá de sus propias capacidades, tenderá a avergonzarse y dudar de sí mismo, y más tarde no tendrá valor de ser una persona independiente. 

Esta etapa corresponde a la etapa anal propuesta por Freud.

Imagen de Taryn Elliott, pexels

Iniciativa vs. culpa. Virtud: determinación (de los tres a los seis años)

De los tres a los seis años el infante empieza a mostrar curiosidad exploratoria por el mundo. Quiere saber el por qué y cómo de cuanto lo rodea, es clásico que los niños pregunten todo el tiempo “¿por qué?”. Adquiere sentido de iniciativa si se le permite obrar libremente y se contestan sus preguntas. Si lo reprimen o castigan, comenzará a experimentar un sentimiento de culpabilidad por sus deseos y renunciará a su curiosidad. 

Esta etapa corresponde a la etapa fálica propuesta por Freud.

Imagen de Yan KruKov, pexels

Laboriosidad vs. inferioridad. Virtud: competencia (de los seis años hasta el inicio de la pubertad)

En esta etapa el niño se enfrenta a las obligaciones escolares, lo que supone la posibilidad de logros y fracasos. Los niños que logran sentirse orgullosos por su dominio de las tareas y conseguir sus metas, adquieren el rasgo de industriosidad. Si fracasan una y otra vez o no reciben estímulo por sus esfuerzos, serán víctimas de sentimientos de inferioridad. Para un buen desarrollo, debe lograr sentirse productivo en relación a su contexto sociocultural.

Esta etapa corresponde a la etapa de latencia según Freud.

Imagen de Max Fischer, pexels

Identidad vs. confusión de la identidad. Virtud: fidelidad (desde la pubertad hasta el inicio de la vida adulta)

Uno de los periodos más decisivos es la adolescencia, es la etapa en que el adolescente tiene que integrar su Yo, escoger un futuro y un estilo de vida. Aunque el individuo haya adquirido confianza, autonomía, iniciativa e industriosidad en los estadios precedentes, este periodo puede estar lleno de conflictos, agitación y ansiedad. Si se le permite al adolescente libertad de acción y se le alienta para que se encuentre a sí mismo, estará en condiciones de resolver su confusión mediante experimentación y descubrimiento de valores, actitudes y determinar su papel social. En el caso contrario podría generar conductas autodestructivas.

Imagen de Dio Hasbi Saniskoro, pexels

Intimidad vs. aislamiento. Virtud: amor (edad adulta temprana, entre los 18 y los 24 años aproximadamente)

El adulto joven está listo para formar vínculos afectivos duraderos. La intimidad se entiende como la capacidad para desarrollar una relación cercana y significativa con alguien, el aislamiento es el no comprometer nada en las relaciones interpersonales. La relación estrecha se da cuando el adolescente ha logrado una buena identidad del Yo y no teme al contacto con los demás. La tarea principal de esta etapa es lograr coordinar la actividad sexual con la productividad. Si todo va bien, el adulto será capaz de transformar el amor infantil (de cuidado para uno), en amor adulto (de cuidado para otros). Si el sujeto no tiene éxito en compartir su intimidad, puede refugiarse en un aislamiento auto-absorbente.

Imagen de Sharky, Pixabay

Generatividad vs. estancamiento. Virtud: cuidado (edad adulta intermedia, entre los 25 y los 65 años de edad)

La generatividad implica la paternidad y la capacidad de ser productivos y creativos en diversas áreas de la vida. El adulto de edad media puede elegir ser productivo mediante un compromiso con el futuro, participando en la formación de la siguiente generación, apoyándolos y orientándolos a partir de su propia experiencia; o bien, puede estancarse y no compartir nada al sentir que no tiene nada que valga la pena aportar.

Imagen de Emma Bausso, pexels

Integridad del Yo vs. desesperanza. Virtud: sabiduría (de la edad adulta tardía al final de la vida)

En esta etapa de la vida se puede lograr un sentido de integración, aceptación y satisfacción de lo que se ha hecho en la vida, lo que permite aceptar la muerte como parte del ciclo vital, o bien al no encontrar aspectos significativos en su pasado puede caer en la desesperanza al sentir que ha desperdiciado su vida y ya no le queda tiempo para remediarlo.

Imagen de Myriams – Fotos, pixabay

Como puedes ver, las aportaciones de la teoría psicosocial de Erikson permiten una visión más optimista con respecto al desarrollo, quien señala que el hecho de no satisfacer una necesidad en la edad temprana no significa forzosamente la aparición de un daño irreversible, contrario a las ideas freudianas. Erikson, también amplió las etapas del desarrollo de la personalidad durante toda la vida, dando lugar a la idea de que el desarrollo de la personalidad es un proceso que nunca termina.

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