Subgéneros dramáticos
El género dramático se divide en subgéneros, los cuales presentan diferentes estructuras, características y propósitos encaminados a producir un determinado efecto en el espectador. En la Antigua Grecia, cuna del teatro, nacieron dos subgéneros fundamentales: la tragedia y la comedia.
Tragedia
La tragedia como tal se constituyó en Atenas, a manera de imitación animada y patética (actitud que expresa padecimiento moral, angustia, pasión o un sentimiento muy intenso) de la vida. Al principio, todo era cantado. El primer progreso debió ser la distinción entre el discurso hablado (con la exposición de hechos, discusiones y narraciones) y el canto (reservado para las lamentaciones, las plegarias y las grandes emociones del alma). Las partes jocosas, provenientes de los sátiros, se eliminaron para dar a la tragedia su tono majestuoso.
El término tragedia deriva del griego tragos = macho cabrío, y odé = canto; es decir, canto del macho cabrío. Sus protagonistas siempre son reyes, nobles o héroes que enfrentan un conflicto con los dioses o las leyes humanas y, al hacerlo, cometen un error que desencadena un desorden en el sistema regido por valores religiosos y leyes de convivencia social. El héroe es castigado y en su caída crece interiormente, pues acepta el castigo y lo enfrenta con valor. El protagonista es virtuoso, pero posee el defecto de la soberbia.
La tragedia presenta el comportamiento del hombre en situaciones extremas de crisis, la acción se desarrolla en un tiempo no mayor a un día. El orden vital del protagonista se rompe por el conflicto.
A través de la tragedia, los griegos buscaban conducir al espectador a la catarsis (un estado de purificación, liberación o transformación interior). Se pretendía que, al ver representadas historias infortunadas, el espectador se sintiera identificado ante la situación, experimentara de manera externa el horror vivido por los personajes y aprendiera de los errores del protagonista.
Las aventuras de los dioses y héroes griegos suministraron el material para los temas de la tragedia, como lo demuestran las obras conservadas de los tres grandes trágicos. Para conocer las obras de estos tres autores haz clic en su nombre; para que lo desplegado regrese a su posición inicial haz clic en otro nombre.
Sófocles Edipo rey, Edipo en Colono, Antígona, Áyax, Las Traquinias, Electra y Filoctetes. | |
Eurípides El Cíclope, Alcestes, Medea, Andrómaca, Hécuba, La locura de Heracles, Las Suplicantes, Ion, Las Troyanas, Ifigenia en Tauris, Electra, Helena, Las Fenicias, Orestes, Ifigenis en Aulis, Báquides y Reso. | |
Esquilo Las Suplicantes, Los Persas, Los Siete contra Tebas, Prometeo encadenado, Agamemnón, Las Coéforas y las Euménides. |
La paulatina evolución de la tragedia griega despliega diferencias entre las obras de los tres autores trágicos:
- Las Suplicantes de Esquilo, la pieza más antigua conservada, sólo tenía un actor (recordando el papel preponderante del coro).
- Sófocles utilizó un tercer actor.
- En las tragedias de Eurípides intervienen diversos personajes. Así, en Medea aparece, además de ella como protagonista, la Nodriza, el Gobernador, Creonte, el Rey y Jasón.
Según su importancia, a los actores se les llamaba protagonista, deuteragonista y triagonista. Cada actor actuaba diferentes roles y los femeninos eran representados por hombres.
En general, la tragedia constaba de:
- Un prólogo dialogado en el cual se hacía alusión al asunto de la tragedia.
- Un párodos o entrada del coro.
- Tres episodios, seguidos por cantos del coro (stásima).
- Un éxodo o salida del coro
Reconoce algunos subgéneros dramáticos
Comedia
Tras la solemnidad del festejo religioso en honor a Dionisio, se realizaba la fiesta popular, acompañada de vino. En aquellas celebraciones, los participantes entonaban los cantos fálicos, dedicados a Fales, dios de la fecundación, mientras cargaban grandes falos e intercambiaban bromas y burlas con los espectadores. Esta festividad habría sentado la base para la creación de la comedia. Esta teoría parece confirmarse si se analiza la etimología de la palabra: comos = procesión y odé = canto.
Los temas de las comedias muestran las causas y efectos de una conducta inconveniente. Primero se presenta la causa, luego el protagonista se enfrenta con su vicio a la sociedad y en el desenlace se ridiculiza a éste como transgresor. El protagonista es una persona del pueblo; no pertenece a las clases nobles, como en la tragedia. Su tono es jocoso e induce a la risa producida por el reconocimiento de lo que debe ser una conducta social adecuada frente a lo no adecuado. El efecto buscado es el rechazo del vicio, el escarnio y la consecuente vergüenza para el protagonista. El espectador sabe que puede cometer el mismo error del protagonista y se defiende mediante la risa.
Aristófanes, el más importante creador de la comedia clásica, no solía llevar a escena —como se haría después— tipos de caracteres (el mezquino, el celoso, el atormentado, etcétera). Empero, ridiculizaba a sus contemporáneos, a quienes designa con su nombre, como es el caso del tirano Cleonte y el mismo filósofo griego Sócrates. Aristófanes compuso 44 piezas, de las cuales sólo 11 sobrevivieron hasta nuestros días: Los Acarnienses, Los Caballeros, Las Nubes, Las Avispas, La Paz, Los Pájaros, Lisístrata, Las Tesmoforias, Las Ranas, La Asamblea de las Mujeres y Ploutos.
En general, la comedia constaba de:
- Un prólogo, escena de inicio que prepara la entrada del coro.
- Un parodos, entrada del coro, pero más larga y pintoresca que en la tragedia.
- Varias escenas alternas con los cantos del coro, con un ágon o debate entre dos personajes que sostienen tesis contrarias (como el del Justo y el Injusto en Las Nubes).
- Un éxodo o salida, generalmente con un desenlace brillante y animado.
- Una parábasis donde salen del escenario los actores, y el coro permanece para dirigirse directamente al público.
Al cargado y a veces soez lenguaje utilizado en la comedia, se suman pasajes literarios de gran exquisitez como los mostrados en las voces melodiosas de Las Nubes y en el canto de Las Ranas.
Las máscaras y los coturnos
Los actores portaban máscaras (prósopa en griego, persona, en latín). Fue probablemente un legado del ditirambo, en el cual los participantes se disfrazaban con motivos agrestes. Estas máscaras, expresivas o estilizadas, representaban para la tragedia el horror o dolor, y para la comedia, la hilaridad burlona.
La vestimenta trágica era imponente: largos vestidos drapeados con grandes cinturones, un calzado (llamado coturno) cuadrado y con plataforma para dar a los actores una figura imponente y majestuosa. En contraposición, en la comedia los actores usaban disfraces alegóricos o grotescos.
Identificación de la comedia y la tragedia
Como acabas de estudiar, las raíces del teatro se remontan a la Antigua Grecia; es ahí donde nacieron dos subgéneros fundamentales: la tragedia y la comedia.
Recuerda que la tragedia presenta el comportamiento del hombre en situaciones de extrema crisis; se pretendía que el espectador se identificara ante la situación vivida por los personajes, que eran nobles, dioses o grandes héroes. El lenguaje podía ser coloquial, pero nunca vulgar.
En contraste, la comedia representa las causas y efectos de una conducta reprobable. Los personajes encarnaban personas comunes, del pueblo. Su tono jocoso inducía a la risa producida por el reconocimiento de lo que debía ser una conducta social adecuada frente a lo no adecuado.
Para que te familiarices con la estructura del texto dramático y distingas entre los lenguajes usados en estos dos subgéneros, a continuación encontrarás un cuestionario. Lee con atención y elige la opción correcta según consideres.
Ejemplos de tragedia y comedia griega
A continuación, identificarás las características de dos grandes obras griegas: Edipo Rey de Sófocles, que pertenece al género de la tragedia, y La paz de Aristófanes, correspondiente al género de la comedia. Para ello, leerás el argumento y un fragmento de cada una. Te invitamos a leer las obras completas.
Argumento de Edipo rey de Sófocles Tebas es azotada por la peste, por lo que el pueblo está muriendo. Acuden al ágora para que Edipo los auxilie y, de esta forma, comprender qué está ocurriendo. Edipo solicita el apoyo de su cuñado Creonte, quien le comenta que la peste es un castigo de los dioses por el asesinato de Layo, antiguo rey de Tebas, Creonte añade que el culpable debe expíar sus culpas y, de esta forma, la peste concluirá. Edipo manda investigar quién fue el asesino de Layo. Tiresias comenta que Edipo es el asesino de Layo y que además vive en incesto con su madre Yocasta. Edipo sospecha que Tiresias a confabulado con Creonte para destronarlo. Yocasta le comenta a Edipo que Layo murió en un camino en manos de unos bandidos. Añade que no tema al oráculo ya que, anteriormente, les había comentado que ella y Layo tendrían un hijo que mataría a su padre y desposaría a su madre, por lo cual se deshicieron de la criatura. Edipo recuerda que él mató a alguien en el cruce de tres caminos, comienza a sospechar que él es el asesino. Edipo descubre que no es hijo de Pólibo, porque un mensajero le explica que lo recibió de un pastor cuando era niño y lo entregó al rey de Corinto. El pastor confiesa que le encomendaron que matara a un niño, hijo de Layo, sin embargo se compadece de la criatura, por lo que lo entregó al rey de Corinto. Ante este descubrimiento Yocasta se suicida y Edipo se saca los ojos para que no pueda mirar a sus padres en el Hades. Pide a Creonte que lo exilie, por lo cual el resto de sus días los vivió como extranjero lejos del poder y afecto. | |
Fragmento de Edipo rey de Sófocles PASTOR: ¡Ay!, ¡heme aquí ante una cosa horrible de decir! EDIPO: Y para mí también horrible de oír. Pero, sin embargo, tengo que oírla. PASTOR: Se decía que era hijo de Layo. Pero ella está en casa, tu mujer, te diría mejor que nadie cómo fue eso. EDIPO: ¿Te lo dio ella? PASTOR: Sí, rey. EDIPO: ¿Para qué? PASTOR: Para que lo hiciera desaparecer. EDIPO: ¿Una madre? ¡desgraciada! PASTOR: Por miedo de horribles oráculos. EDIPO: ¿Qué decían esos oráculos? PASTOR: Que aquel niño debía matar a sus padres; así se decía. EDIPO: Pero tú, ¿por qué se lo entregaste a este anciano? PASTOR: Por piedad, señor. Pensaba que se lo llevaría a otra comarca, a la isla donde él vivía. Mas él, para las más grandes desgracias, lo guardó junto a sí. Porque si tú eres el que él dice, has de saber que eres el más infortunado de los hombres. EDIPO: ¡Ay! ¡Ay! Todo se ha aclarado ahora. ¡Oh luz, pudiera yo verte por última vez en este instante! Nací de quien no debería haber nacido; he vivido con quienes no debería estar viviendo; maté a quien no debería haber matado. (EDIPO entra precipitadamente al palacio. Los dos pastores se marchan, cada uno por su lado) CORO: ¡Ay, generación de mortales! ¡Cómo vuestra existencia es a mis ojos igual a la nada! ¿Qué hombre, qué hombre ha conocido otra felicidad que la que él se imagina, para volver a caer en el infortunio después de esta ilusión? Tomando tu destino como ejemplo, infortunado Edipo, no puedo mirar como dichosa la vida de ningún mortal. «Su arco había lanzado la flecha más lejos que ninguno; había conquistado una felicidad, la más afortunada, ¡oh Zeus!; había hecho perecer ignominiosamente a la doncella de los dedos en garra, la de los cantos enigmáticos; se había erigido en nuestro país como una torre contra la muerte. «Desde entonces, Edipo, se te llamaba nuestro rey, y habías recibido los más grandes honores como amo y soberano de la poderosa Tebas. «Y hoy, ¿quién es aquel cuya desgracia sea más lamentable de oír? ¿Quién vive en su hogar una vida más trastornada, más llena de aflicciones y atroces tormentos? «¡Oh, ilustre Edipo, el mismo puerto bastó para hacer encallar al padre y al hijo en el seno del mismo lecho! ¡Cómo, cómo los surcos fecundados por el padre pudieron, ¡desgraciado!, aguantarte tanto tiempo en silencio! «Pero bien a pesar tuyo, el tiempo, que lo ve todo, lo ha descubierto al fin, y de aquí que condena tu himeneo demasiado monstruoso, que te hizo hacer madre a la que lo fue tuya. ¡Ay!, ¡ay!, hijo nacido de Layo, ¡pluguiera a los dioses que jamás te hubiese yo conocido! Pues desde el fondo de mi pecho grito y me lamento sobremanera, y mi boca no puede exhalar, sino gritos de dolor. Y, sin embargo, para decir la verdad, gracias a ti he podido respirar y sentir que el sueño cerraba mis ojos. (Entra desolado un PAJE que llega de palacio.) PAJE: Vosotros, que en esta tierra continuáis siendo siempre los más dignos de estima, ¡qué actos vais a saber, qué actos vais a contemplar, y que lúgubre dolor vais a soportar si, como fieles a vuestra raza, guardáis aún el mismo afecto a la casa de los Labdácidas! Pues nunca, a mi entender, ni el Istro ni el Fasis, con sus aguas, podrán lavar ni purificar este palacio de la abominación que lo llena. Pero pronto van a salir a plena luz otras desgracias voluntarias y no impuestas. Ahora bien, de todos sufrimientos, los más crueles son aquellos de los que nosotros mismos somos autores. CORIFEO: No nos hace falta añadir nada a lo que sabíamos para gemir profundamente; ¿qué nos vas a anunciar aún ahora? PAJE: Una cosa muy breve de decir y de saber. Yocasta, nuestra reina sagrada, Yocasta ya no existe. CORIFEO: ¡Oh, la muy infortunada! Y ¿cuál ha podido ser la causa de su muerte? PAJE: Nada, sino ella misma. De todo lo que aconteció, lo más horrible te ha sido ahorrado, pues de ello tus ojos no han sido testigos. Sin embargo, vas a saber todo lo que ha sufrido la desgraciada, según lo que yo pueda recordar. Alocada, apenas pasó el vestíbulo, se precipitó en la cámara nupcial, mesándose con ambas manos los cabellos. Tan luego como entró, cerró de golpe las puertas y, llamando a Layo, muerto desde hace tiempo, evocando el recuerdo del hijo, que había nacido desde hacía años, al hijo a cuyas manos Layo había de morir, dejando a esa madre añadir hijos, si tal nombre merecían, de su propio hijo. Gemía sobre el lecho en donde, doblemente miserable, había engendrado de su esposo un esposo, e hijos de su propio hijo. No sé cómo después se mató. Pues Edipo, gritando, llegó precipitadamente, y ya no pude ver la muerte de la reina. Nuestros ojos estaban fijos en el rey, que corría alocado, pidiéndonos una espada y que le indicásemos dónde se hallaba su mujer, que no era su mujer, si no el campo maternal doblemente fecundado del cual habían salido él mismo y también sus hijos. En ese momento, un dios sin duda secundó su furor y le condujo hacia ella, pues nadie de los que estábamos allí presentes le facilitamos ninguna indicación. Entonces, dando un horrible grito, se lanzó, como si alguien le hubiera guiado, contra la doble puerta, hizo saltar de sus goznes los herrajes labrados, y se precipitó en el interior de la habitación. Allí vimos a su mujer colgando, todavía sostenida por un cordón trenzado. En cuanto la vio, el desventurado Edipo, lanzando espantosos rugidos, deshizo el nudo que la mantenía en el aire y la desgraciada cayó al suelo. Entonces vimos cosas horribles: Edipo le arranca de los vestidos los broches de oro que los adornaban, los coge y se los hunde en las órbitas de sus ojos, gritando que no serían ya testigos ni de sus desgracias ni de sus delitos: «En las sombras, decía, no veréis ya los males que he sufrido ni los crímenes de que he sido culpable. En la noche para siempre, no veréis más a los que nunca deberíais haber visto, ni reconoceréis a los que ya no quiero reconocer». Lanzando tales imprecaciones, levantaba sus párpados y se los golpeaba con golpes repetidos. Sus pupilas sangrantes humedecían su barba. No eran gotas de sangre las que de ellos fluían unas tras otras; de ellos brotaba una lluvia sombría, una granizada sangrienta. Estos males han estallado por culpa del uno y de la otra, y el hombre y la mujer mezclaron sus desgracias. Antes gozaban, es verdad, de una larga herencia de segura felicidad; pero hoy no hay más que gemidos, maldiciones, muerte, ignominia; en una palabra, todas las calamidades que llevan tal nombre, ni una sola falta. CORIFEO: ¿Y ahora, el desgraciado está más tranquilo, en medio de sus males? PAJE: Grita que se abran las puertas, y que se muestre a todos los cadmeos al matador de su padre, al hijo cuya madre …, pero no puedo repetir sus palabras impías. Dice que quiere huir de esta tierra y no permanecer nunca más en su hogar, cargado de las maldiciones que él mismo pronunció. Necesita, sin embargo, un guía y un apoyo, pues su dolor es demasiado grande para que pueda soportarlo. El mismo te lo va a mostrar. He aquí que los cerrojos de las puertas se han corrido. Vas a ser testigo de un espectáculo que conmovería el corazón aun del más cruel enemigo. (Entra EDIPO, guiado por un servidor; tiene los ojos reventados, y el rostro, cubierto de sangre.) CORIFEO: ¡Oh sufrimiento espantoso para ser contemplado, el más atroz de cuantos hasta ahora he podido ser testigo! ¿Qué locura se abatió sobre ti, infortunado? ¿Qué dios vengador ha puesto el colmo a tu fatal destino, abrumándote con males que sobrepasan el dolor humano? ¡Ah!, ¡ah desgraciado! No puedo posar mi mirada en ti; yo que quería interrogarte largamente, hacerte hablar, mirarte de frente, no sé ante ti más que estremecerme de horror. EDIPO (A tientas.): ¡Ay!, ¡ay!, ¡qué infortunado soy! ¿A qué rincón de la Tierra me iré así, desgraciado? ¿Dónde mi voz podrá llegar? ¡Ay!, destino mío, ¿dónde me has hundido? CORIFEO: En una horrorosa desgracia, inaudita, espantable. EDIPO: ¡Oh nube de tinieblas!, ¡nube aborrecida que ha caído sobre mí!, ¡nube indecible, indomable, empujada por el viento del desastre! ¡Desdichado de mí!, ¡desdichado mil veces! ¡Con qué dardos a la vez me traspasan el aguijón de mis heridas y el recuerdo de mis desgracias! CORIFEO: Sufriendo lo que sufres, no es de extrañar que redobles tus quejas y que tengas doble dolor al sobrellevarlas! EDIPO: ¡Ay, amigo mío; tú eres el único compañero que me queda, puesto que consientes en ocuparte aún del ciego que soy ahora! ¡Ay!, ¡ay! Sé que estás ahí, pues, a pesar de estar sumido en las tinieblas, reconozco tu voz. CORIFEO: ¡Oh, qué acción la tuya! ¿Cómo has tenido valor para apagar así tus ojos, y qué divinidad ha podido forzarte a ello? EDIPO: Apolo, amigos míos; sí, Apolo, él fue el instigador de los males y de los tormentos que padezco. Pero ninguna otra mano, ninguna otra, sino mía, ha reventado mis ojos, ¡desdichado de mí! ¿Por qué tenía yo que ver, cuando de todo lo que podía ver nada podía ya ser agradable a mi vista? CORIFEO: ¡Ay! Efectivamente, sería como dices. EDIPO: ¿Qué me queda que ver o querer? ¿De quién, ¡oh amigos míos!, si me dirijo a él, podría escuchar la palabra con alegría? Alejadme en seguida lejos de aquí. Alejad, amigos míos, esta plaga perniciosa, a este maldito a quien los dioses odian como nunca ningún mortal fue odiado. | |
Argumento de La paz de Aristófanes Trigeo compra un gigantesco escarabajo pelotero y volador, con apoyo del cual desea ascender al cielo. Trigeo reclama la atención del que manejará la grúa que los llevará por los aires a ambos. Llega a la puerta de la morada de Zeus . Hermes abre la puerta, aunque indiferente al inicio, cambia su actitud cuando se le ofrece un pedazo de carne. Hermes le comenta que los dioses han ido al cielo y que Guerra tiene como prisionera a Paz en una cueva. Guerra, ante la muerte de Brásidas y Cleón, entra a buscar un mazo para machacar a los helenos, Trigeo aprovecha esta oportunidad. De pronto, aparece un coro de “panhelenos” (seres humanos de diferentes naciones y oficios). Hermes descubre a estos humanos, pero la ofrenda que le harán en todas las fiestas y una copa de vino lo convencen de guardar silencio. El coro vuelve al trabajo y Trigeo queda solo con los labradores, con los cuales liberan a la diosa. Paz aparece con Opora y Teoría, no habla con los hombres. Trigeo platica con Hermes, quien expone la visión de Aristófanes acerca de la guerra del Peloponeso. Trigeo comenta que Hipérbolo se ha hecho a la forma de la asamblea y Sófocles ha despertado afición por el dinero. Después de este diálogo hilarante, Trigeo regresa a casa del brazo de varias muchachas. El coro de los labradores del Ática pide premio para el poeta. Trigeo desea casarse con Opora y entregar a Teoría al Consejo, se cuestiona de manera jocosa quién realizará esta labor. Finalmente, se muestran varias escenas en las que se muestra el contraste entre pacifistas y belicistas, con la participación del coro concluye la obra. | |
Fragmento de La paz de Aristófanes (La acción transcurre, parte en el Olimpo y parte en Atenas.) PRIMER SERVIDOR: Tráeme pronto una bolita para el escarabajo. SEGUNDO SERVIDOR: Toma, dásela a esa cochina bestia. ¡Ojalá no coma jamás otra mejor! PRIMER SERVIDOR: Otra hecha con boñiga de asno. SEGUNDO SERVIDOR: Ahí la tienes también. Pero ¿dónde está la que trajiste hace un momento? ¿Se la ha comido ya? PRIMER SERVIDOR: ¡Pues ya lo creo! Me la arrebató de las manos, le dio una vueltecilla entre las patas y se la tragó enterita. Hazle, hazle otras más grandes y espesas. SEGUNDO SERVIDOR:¡Oh, limpia-letrinas, socorredme en nombre de los dioses, si no queréis que me asfixie! PRIMER SERVIDOR: Otra, otra, confeccionada con excrementos de joven invertido; ya sabes que le gusta la masa muy molida. SEGUNDO SERVIDOR: Creo, señores, que hay algo de que nadie podrá acusarme: de que me coma la pasta al amasarla. PRIMER SERVIDOR: ¡Puf!, venga otra, otra y otra, bolita; no ceses de amasar. SEGUNDO SERVIDOR: No, por Apolo; ¡se acabó! No puedo resistir ya el olor de este lebrillo. PRIMER SERVIDOR: Entonces, voy a llevármelo yo mismo de aquí. SEGUNDO SERVIDOR: Eso es. Échasela a los cuervos y échate tú detrás. (A los espectadores.) ¿No me dirá alguno de vosotros que lo sepa dónde podré compraruna nariz sin agujeros? Porque es el más repugnante de los oficios esto de ser cocinero de un escarabajo. Al fin un cerdo o un perro se tragan nuestros excrementos tal y como se los encuentran, mas este animal anda siempre con remilgos, y ni aún se digna tocarlos, si no me he estado amasando un día entero la bolita, como si hubiera de ofrecerse a una joven delicada. Pero veamos si ha concluido de comer; voy a entreabrir un poquito la puerta para que no me distinga. ¡Traga, traga, atrácate hasta que revientes! ¡Cómo devora el maldito! Mueve las mandíbulas como un atleta sus membrudos brazos; luego agita la cabeza y las patas, como los que enrollan cables en las naves de carga. ¡Oh, animal voraz, fétido e inmundo! No sé qué dios nos ha enviado semejante regalo, pero seguramente no han sido ni Afrodita ni las Gracias. PRIMER SERVIDOR: ¿Quién, entonces? SEGUNDO SERVIDOR: Sólo ha podido ser un monstruo enviado por Zeus, lanza-m… PRIMER SERVIDOR: Pero sin duda algún espectador, alguno de esos jóvenes que presumen de ingeniosos, estará diciendo ya: ¿Qué es esto? ¿Qué significa ese escarabajo? Y un jonio sentado a su lado, estoy seguro de que le responde: Todo esto, si no me engaño, se refiere a Cleón, pues es el único que no tiene reparo en comer m… Pero voy a darle de beber. SEGUNDO SERVIDOR: Y ahora, voy a explicar el argumento a los niños, a los mozos, a los hombres, a los viejos y a los que han traspuesto el término ordinario de la vida. Mi amo padece una rara locura, no la vuestra, sino otra absolutamente inédita: la de pasarse todo el día mirando al cielo, con la boca abierta e increpando a Zeus de este modo: «¡Oh Zeus!» ¿Qué intentas? Deja la escoba; no vayas a vaciar a Grecia con tus escobazos.» ¡Eh, silencio! Acabo de oír su voz. TRIGEO: (En el interior de la casa.) ¡Oh, Zeus! ¿Qué intentas hacer de nuestra patria? ¿No ves que se despueblan las ciudades? SEGUNDO SERVIDOR: Ahí tenéis la manía de que os hablaba. Esas palabras pueden daros una idea de ella; yo os diré las que pronunciaba cuando principió a revolvérsele la bilis. Hablando aquí mismo a solas, exclamaba: «¿Cómo podría yo ir derecho a Zeus?» Construyó al efecto escalas muy ligeras, por las cuales, sirviéndose de pies y manos, trataba de subir al cielo; hasta que se cayó, rompiéndose la cabeza. Ayer se fue corriendo no sé adonde, y volvió a casa con este enorme escarabajo, ligero como un caballo del Etna, obligándome a ser su palafranero. Mi amo le acaricia como si fuese un potro, y le dice: «Pegasillo mío, generoso volátil: llévame de un vuelo hasta el trono de Zeus.» Pero voy a ver por esta rendija lo que hace. ¡Oh desgraciado! ¡Favor! ¡Favor! ¡vecinos! ¡Mi amo sube por el aire en el escarabajo! TRIGEO: (Apareciendo a caballo sobre una máquina que representa un escarabajo de dimensiones colosales.) Calma, calma, despacio; poco a poco, escarabajo mío; refrena tu fogosidad; no confíes demasiado en tu fuerza; aguarda a que, después de sudar, el rápido movimiento de las alas haya dado agilidad a tus remos. Sobre todo, no despidas ningún aire infecto; si estás dispuesto a hacerlo, más vale que te quedes en casa. SEGUNDO SERVIDOR: ¡Señor y dueño, qué extravagancia! TRIGEO: Cállate, cállate. SEGUNDO SERVIDOR: Pero ¿adónde diriges tu vuelo, temerario? TRIGEO: Vuelo por la felicidad de todos los griegos; por ellos ejecuto una empresa atrevida y audaz. SEGUNDO SERVIDOR: ¿Para qué volar? ¿Para qué esa necia locura? TRIGEO: Nada de palabras inútiles ni de reflexiones intempestivas; dadme ánimos, al contrario. Di a la gente que se calle, que tape bien las letrinas y las cloacas y que se taponen el trasero. SEGUNDO SERVIDOR: No callaré hasta que me digas adonde intentas ir volando. TRIGEO: ¿Adónde he de ir sino al cielo, a ver a Zeus? SEGUNDO SERVIDOR: ¿Con qué intención? TRIGEO: Con la de preguntarle qué piensa hacer de todos los griegos. SEGUNDO SERVIDOR.-¿Y si no te lo dice? TRIGEO: Le citaré a juicio y le acusaré de hacer traición a los griegos en favor de los medos. SEGUNDO SERVIDOR: Por Dionysos, no harás tal mientras yo viva. TRIGEO: Pues no puede ser de otro modo. SEGUNDO SERVIDOR: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay¡ Venid aquí, niñas, que vuestro padre os abandona, marchándose al cielo sin decir nada y abandonándonos como huérfanas. ¡Suplicadle que se quede, pobres desgraciadas! |
Ejercicio sobre Edipo rey de Sófocles y La paz de Aristófanes
Después de haber leído dos obras dramáticas correspondientes al subgénero de la tragedia y la comedia, realiza el siguiente ejercicio. Rellena los espacios en blanco que aparecen después de cada oración, para ello colocarás si lo que se expresa se relaciona con Edipo rey o La paz.