En la película Blade Runner de Ridley Scott, la bioingeniería ha permitido la construcción de androides, llamados replicantes, que son indistinguibles de los seres humanos, excepto porque son más fuertes. Tras una revuelta de los replicantes, éstos son declarados ilegales y un grupo élite de la policía, los Blade runner, es el encargado de retirarlos, aunque los replicantes son tan parecidos a los humanos, que desconectarlos es prácticamente sinónimo de matarlos. Por otro lado, identificarlos no resulta nada fácil ya que estos replicantes se sienten seres humanos, pues se les han implantado recuerdos de unos padres y una infancia que nunca tuvieron; así, estos replicantes creen haber nacido y vivido como cualquier ser humano, de manera que, incluso, parecen tener sentimientos.
Además, un grupo de replicantes está buscando a su creador llamado Tyrrell, ya que no quieren morir, pues el modelo Nexus 6 había sido programado para 4 años debido a su “inestabilidad emocional”. Pero ¿tienen emociones los androides? ¿Puede una criatura cuestionar a su creador? ¿Es moralmente correcto crear seres con sentimientos y posteriormente descartarlos? ¿Qué diferencia a los humanos de los androides? ¿Qué identifica al hombre como ser humano?
Los nuevos escenarios mundiales plantean o, mejor dicho, replantean la vieja pregunta por el ser del hombre, ¿Qué es lo que nos distingue de otras especies? ¿Qué es esencialmente humano? Ante los avances de la ciencia y la tecnología cuando vemos que una persona puede caminar con ayuda de un exoesqueleto, implantes cocleares que te permiten escuchar o la posibilidad de modificar genéticamente a nuestros hijos y moldearlos según lo que nos parece ser lo mejor para ellos, ante la aparición de los ciborgs, o lo que suele llamarse el transhumanismo o el posthumanismo, vale la pena preguntarse qué es lo que nos hace propiamente humanos.
El transhumanismo pretende que la humanidad supere las barreras que la naturaleza le ha impuesto, esto mediante la tecnología de la que disponemos y la que seguramente desarrollaremos. El transhumanismo nos permitiría evitar las enfermedades y el dolor que éstas traen consigo e incluso promete prolongar la vida más allá de los límites propios de la naturaleza humana. Y no sólo eso, pretende mejorar las capacidades cognitivas del ser humano. La pregunta es, ¿estamos ante un hombre nuevo?

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¿Estos avances modifican la identidad humana o en el fondo el hombre es siempre el mismo? La identidad es la relación que toda entidad mantiene consigo misma ontológicamente toda cosa es idéntica a sí misma, es decir, una persona o una cosa son esa persona o esa cosa y no otra. O en otra formulación, como el principio de no contradicción, una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en las mismas circunstancias.
La palabra identidad proviene del latín identitas y hace referencia al conjunto de rasgos propios de un individuo o una colectividad.
Tiene que ver, entonces, con la sensación que tenemos de ser siempre el mismo, a pesar de los cambios y las transformaciones que nos suceden con el tiempo, creemos que hay algo que permanece. De este modo, creemos que hay algo esencial que permanece inalterable, un ser que subyace a los cambios. Así, la identidad supone algo que es inmutable, que permanece a pesar de los cambios o a pesar de las apariencias.
La identidad, ya sea personal o colectiva, es un conjunto de rasgos particulares que nos permite reconocernos como individuos frente a los demás. Es decir, nos permite tener conciencia de quiénes somos sea como persona o como sociedad. Así, tenemos una identidad personal, que es la manera como cada uno se percibe a sí mismo. Es decir, las características propias de cada individuo, tales como su carácter o su temperamento que lo hace ser quien es.
La condición humana
Esta idea de un ser modificado por la tecnología nos lleva a preguntarnos no sólo por la identidad sino también por la condición humana. Es decir, no nos preguntamos sólo por la naturaleza o esencia humana, sino por una situación de ser en el mundo, esto es, la experiencia de vivir una vida humana. La pregunta ahora no es si Robocop y Murphy son una y la misma persona (pregunta por la identidad), sino ¿Robocop es una persona?, ¿forma Robocop parte de la comunidad humana? Responder a esto resulta fundamental para determinar si podemos atribuir agencia moral a Robocop, es decir, es responsable por sus acciones o el responsable es quien diseñó y programó a Robocop.
Para Sartre, el hombre no está determinado pues no hay una naturaleza o esencia humana, el hombre se construye a sí mismo con sus decisiones y sus acciones. Al no haber una naturaleza humana lo que hay es una condición humana. Es decir, las formas de existir y manifestarse del ser humano. Un ser humano es aquel que es capaz de dotar de sentido su existencia, de dar un significado moral a sus acciones y por eso la pregunta por la moralidad de Robocop.
Pensar el cambio tecnológico desde una perspectiva moral es fundamental para nuestra supervivencia como especie. Si bien es cierto que puede ayudarnos a comprender o a percibir mejor la realidad (en el caso de los aparatos acústicos y ópticos), también lo es que la mediación tecnológica puede impedirnos ver nuestra propia responsabilidad moral para con la naturaleza y el planeta mismo. Podríamos ser ciegos al daño que la tecnología causa al planeta, movidos por el beneficio que nos produce.
La condición humana no es estática y si bien no podemos negar que la tecnología puede causar daños, no podemos caer en el maniqueísmo de decir no a la tecnología y sí a la pureza de la condición humana, lo que debemos hacer es reflexionar frente al cambio tecnológico para evitar dañar a la naturaleza y a nosotros mismos.

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Actividad H5P
Instrucción para el alumno: ¡Es el momento de revisar lo aprendido!